REALIDADES Y FICCIONES
—Revista Literaria—
Nº 42 – Junio de 2020 – Año XI
ISSN 2250-4281
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número trimestral).
Conocida y reconocida por sus poemas y cuentos, Estela
Barrenechea nos sorprende ahora con una novela; una novela notable, cabal.
El pasado proyecta su sombra sobre el futuro, así como el
futuro proyecta su luz sobre el pasado. Fabricar letra con la tierra y los
huesos del propio paisaje es volver a los orígenes.
El error quizá provenga de un superficial análisis y lectura
del asunto. O quizá de su no lectura.
Reforzado además por algunos dibujos que muestran a un Peter con orejas
sospechosamente puntiagudas, simulando un duende o un elfo (vgr. tapa del libro
de Editorial Juventud, Barcelona, 1965). Aun la propia Mabel Lucie Attwell
(1879-1964), si bien nos muestra un Peter sin orejas puntiagudas, lo dibuja con
gorro y calzado más propios de un elfo que de un niño común. Si se rastrea en
la web, se verá que lo de las orejas élficas o de Stahl se generalizó de manera
tardía pero intensa, incluyendo las películas de Walt Disney entre otras
fuentes tergiversadoras del personaje (ver ilustraciones 1 y 2). He ahí la confusión.
La isla del tesoro (1883) del escocés Robert Louis
Stevenson y la amplísima saga sobre piratas y afines (El Corsario Negro,
Sandokán, etc.) del italiano Emilio Salgari, por ejemplo, no son para nada
ajenas al espíritu de la época.
En las primeras puestas teatrales de Peter Pan y Wendy, el actor que tenía el papel de George Darling [6]
(padre de Wendy y sus hermanitos) era el mismo que actuaba como capitán Garfio.
Esto no fue casual ni tampoco se hacía para ahorrarse el sueldo de un
intérprete. No, James Barrie lo hacía deliberadamente, con el propósito de que
el auditorio comprendiera el trasfondo psíquico que el asunto implicaba. Que la
gente lo entendiera, ya era otro tema. Quizá era parte del genio e ironía del
autor; parte de la naturaleza infantil, traviesa, de James Barrie. Una manera
de decir: quien descubra mi idea, bien, y
quien no, paciencia, se lo pierde.
Narrador y dramaturgo británico (Kirriemuir, Escocia,
9/5/1860 - Londres, Inglaterra, 19/6/1937). Estudió en la Universidad de
Edimburgo y ejerció el periodismo en Nottingham y Londres.
Dividido en tres partes: Deriva,
En medio de las pequeñas cosas y Al
abrigo de los vientos, este poemario, en catalán, de Mercè Amat Ballester
da fe de una vocación que ya se trasluce del recorrido intelectual de la
autora. Licenciada en filosofía, ciencias religiosas y poeta, Mercedes Abad
compone un poemario intimista, reflexivo e introspectivo, que rezuma
espiritualidad en el sentido más amplio de la palabra. Al abrigo de los vientos es un recorrido por las estaciones
anímicamente bien diferenciadas de una trayectoria vital, en sus inicios,
confusa y sin norte, que encuentra gradualmente abrigo. En medio de las pequeñas cosas, para llegar a la calma que da una
madurez que ha sabido sacar fruto de la maestría de la vida. Amat nos lo
anuncia desde el principio: “Se han
abierto las ventanas y las puertas de los años. / Y, ahora, sé muy bien que ya
no me ronda el infortunio”, nos dice la presentación del poemario, e
inmediatamente, a continuación, como prosiguiendo una frase inacabada, abre la
primera parte del libro poniéndonos en antecedentes: “Pero hubo un primer tiempo de Deriva”,
remarcando en negrita el nombre con el que inicia su travesía poética.
El poeta, narrador y periodista Rubén Ángel Valle nació en San Martín, Provincia de Mendoza,
Argentina, el 13 de febrero de 1966. Fue miembro fundador del grupo parapoético
Las Malas Lenguas y editor de las
hojas literarias Tres Agujas y Tiburón Amarillo. En calidad de
organizador y lector participó en innumerables actos, performances y recitales
poéticos. Desde 1997 hasta 2000 dirigió la colección de poesía La Mesita de Luz para la editorial Diógenes. Sus
poemas fueron publicados en medios de la Argentina y de Brasil, Colombia, España, Francia
y Rumania. En 2006 fue incluido en el documental Poesía Extrema, que reunió testimonios de escritores argentinos y
canadienses. Ese mismo año fue convocado a participar del XIV Festival
Internacional de Poesía en Rosario, Provincia de Santa Fe. Ha publicado los
libros de poemas Museo Flúo (1996), Los peligros del agua bendita (1998), Jirafas sostienen el cielo (2003), Placebos (2004), Tupé (2010), Grietas para
huir (2013), Lo negro de la nieve
(2018) y La lengua del ahorcado
(2019). Integra las antologías de poesía Promiscuos
& Promisorios, La ruptura del
silencio, Martes literarios y Poesía
en Tierra, del Centro Cultural de España en Buenos Aires. Como narrador
participó de Mitos y leyendas cuyanos
(1998), editado por Alfaguara, y de la antología de textos para niños Ellos, los otros & nosotros (2003).
En Pampia Grupo Editor publicó los e-books de relatos breves Desperté en el bosque después de haber
soñado un bosque (2013) y La medida
de lo posible (2015). Como periodista ha trabajado en los principales
medios periodísticos de Mendoza, entre ellos los diarios Los Andes, UNO y MDZ.
Partiendo de la famosa máxima de Adorno, “Escribir poesía después de Auschwitz es una
aberración”, que, aun rompiendo la prescripción, condicionó de modo extremo
todos los lenguajes de acercamiento a la representación del Holocausto en nombre
de la ética durante muchos años, Rodríguez Serrano hace un recorrido por la
historia audiovisual dedicada a la
Shoa en todos los registros abordados.
La fotografía de ambos en la cama, tal y como fueron encontrados
tras su doble suicidio, es la imagen que ilustra estos renglones.
Sigamos pues. Existen claras similitudes entre el triste
final de Stefan Zweig, y el de Yukio Mishima, (un magnífico escritor
japonés que se suicidó en 1970).
Llega un momento en la vida de Zweig en que es declarado
formalmente “no ario” por la
Alemania de Hitler. Sus libros son quemados —junto con los de
otros autores “no arios”— en una delirante reedición de la peor inquisición
imaginable.
LA HELENA DE TROYA MEDIEVAL
Nos cuenta el historiador árabe Abu Abdullah al-Bakri que
deslumbrado por la belleza y personalidad de Almodis, por ser una de las
mujeres más hermosas y sagaces de aquel siglo, el conde la cortejó
apasionadamente; a pesar de los muchos problemas que podían derivarse de aquel
amor adúltero, pues ambos estaban casados. No obstante decidió esperar, a su
regreso de los Santos Lugares, cuando volvió a hospedarse en Narbona, donde
ambos se declararon su amor recíproco quedando embarazada de gemelos. Ramón
Berenguer I ideó un plan: una estratagema que le permitiera huir de su marido y
de la ciudad para reunirse más tarde con el conde para casarse con él. Una
historia que se asemejaba a la de París y Helena de Troya.
“Regresó a Barcelona
el conde Ramón Berenguer I, casado con la condesa Almodis, cuando ya tenía
mujer legítima en la citada ciudad. Ante semejante despropósito, la población
se escandalizó, máxime al conocer que la nueva esposa era puta sabida y que
había envenenado a cuatro maridos en el Languedoc. Entonces, doña Ermessenda,
abuela del contrayente y esposa que fue del buen conde Ramón Borrell, que a la
sazón seguía siendo copropietaria del condado con su nieto, enojada hasta la
sinrazón se encerró en un baúl para pasar el resto de sus días. Desde ese
lugar, esta brava condesa defenderá a las mujeres catalanas de tamaño
atropello, pues no es de ley tener dos mujeres a la vez, y pedirá la excomunión
del pecador, infatigable siempre, sin que le flaqueé el ánimo y sin que le
pesen sus muchos años.”
Propietario y Director: Héctor Zabala
Corrección general:
COLABORARON EN ESTE NÚMERO:
Sumario
•
“Castora, un cuerpo de mujer” de Estela Barrenechea. (Paulina Vinderman)
•
Peter Pan y Wendy: mucho más que aventuras.
(Héctor Zabala)
•
Caminante, no hay camino… “A recer de les ventades” de Mercè Amat Ballester. (Anna
Rossell)
•
“Modo luciérnaga”, muy lograda síntesis narrativa de Rubén Valle. (Luis
Benítez)
•
Renovarse o morir. Lenguaje cinematográfico y holocausto. “Espejos en
Auschwitz. Apuntes sobre cine y Holocausto” de Aarón Rodríguez Serrano. (Anna
Rossell)
•
Bajo la superficie: Stefan Zweig (Jesús Ballano Riera)
•
Dos damas medievales de armas tomar. Ermessenda de Carcasona y Almodis de la Marca. Segunda
parte. (María Teresa Bravo Bañón)
•
Nuevos colaboradores de Realidades y Ficciones:
Paulina Vinderman, Ciudad de Buenos Aires, Argentina
Jesús Ballano Riera, Madrid, España
CASTORA, UN CUERPO DE MUJER
Paulina Vinderman ©
Paulina Vinderman ©
Castora,
un cuerpo de mujer
Ciudad de Buenos Aires, Ediciones Elemento,
1ª Edición, 2019
ISBN 978-1631-73-5
Presentación
Tapa del libro Castora, un cuerpo de mujer, de Estela Barrenechea. |
Me atrevo a afirmar que Castora, el
entrañable personaje principal, se volverá inolvidable para sus lectores.
La novela está construida con un
lenguaje clásico, preciso y una caracterización tan certera y vívida de los
personajes, que los acerca a nuestras vidas con asombrosa intimidad.
Castora es una hija de estancieros,
en la segunda mitad del siglo XIX, criada con toda la protección de su clase
que incluye cerrojos, dogmas y dictámenes que debe obedecer.
En ese entonces la mujer era un
objeto (mucho mejor si era bonito) que pasaba de la dominación paterna a la del
marido, no elegido por ella por lo general sino por los intereses familiares.
Pero había en Castora una
sensibilidad y una inteligencia nada comunes, y pronto aprendió a interrogar e
interrogarse sobre las injusticias y desigualdades.
Amaba los libros, la historia; se
compadecía de la miseria de los peones y lo cuestionaba todo aunque fuera en
soledad.
Ella hacía una pequeña fogata
imaginaria en su habitación, con las maderitas de su lucidez.
Se asombraba también de sus propias
contradicciones (y las aceptaba); detestaba el autoritarismo de su marido paro
lo esperaba ardiendo de deseo todas las noches. Era una mujer completa.
Uno de los grandes aciertos de esta
novela es la sabiduría de Barrenechea, que nos habla de personajes humanos, no
estereotipos.
Cuando su primer hijo nace, Castora
“muere” de pasión; es casi un incesto su relación con el niño.
Ella lo sabe, lo analiza y cuestiona
en parte, pero comprende a su cuerpo, así como a su mente.
Y teje sus sueños mientras se sienta
con su prolijo costurero en las tardes interminables.
La rodean la violencia del campo y
la de la historia del país. Una mujer que espera su momento y lustra su
valentía con paciencia.
Los poemas de la autora, además, son
pinceladas líricas que embellecen, ennoblecen este libro talentoso y digno de
celebrar.
Paulina Vinderman
Prólogo
Conciencia del yo
femenino
Contratapa del libro. |
Como caprichos del destino regresan
desde la infancia la pampa y sus semillas: viejos caserones, estancias, ombúes,
algarrobos centenarios, caballos criollos, ganado vacuno y ovejas, galpones,
carromatos, pulperías, gauchos, militares y políticos, pestes y fiebres
llegadas de la ciudad, en fin, algo de la pampa húmeda extendida en llanuras
verdes, con sus ríos, barrancas y aguas estancadas en un horizonte de aparente
paz. La última mitad del siglo XIX se caracterizó por las luchas por la
conformación de nuestro país.
En el ambiente de ese tiempo, el
imaginario social convertía a las mujeres –desde la china apareada con los
gauchos hasta la gran señora, dueña ilusoria de su hogar – en meros objetos, en
cosas. El hombre hacía sentir su dominio. Sometidas, habitaban un país donde
los espacios organizados por los poderes del momento les imponían un estilo de
vida amparado por los aparatos institucionales.
En el caso de la servidumbre, las
mujeres fueron víctimas de ataques sexuales. El derecho de pernada, no establecido
legalmente, era uso y costumbre en el territorio del país.
La protagonista de la novela,
Castora, al contraer matrimonio dentro de una clase privilegiada estuvo de
antemano condenada a someterse a su marido. Sabía que rebelarse le iba a ser
imposible: no le quedó otra opción que su consentimiento. La curiosidad, el
miedo y la vacilación la invadían. El deseo de practicar los encuentros
sexuales con su marido sin que hubiera amor de por medio la atormentaban.
Castora tenía conciencia de su
propio yo femenino y fue todo un desafío darse cuenta de que la atracción
sexual por su esposo contrariaba las ideas de moralidad inculcadas en su
infancia. Ese comportamiento la llevó a serias contradicciones y le hizo
tolerar una vida de opresión donde la única salida para el amor fueron los
hijos tan deseados.
Este personaje femenino manifiesta
el triunfo desbordante de la carne y de la materialidad.
Hoy por hoy y al cabo de más de un
siglo de distancia, nos encontramos viviendo un momento especial del batallar femenino.
Desde el movimiento sufragista hasta nuestros días el grito por los derechos de
la mujer no ha cesado.
En la Argentina , el movimiento
femenino ha cobrado fuerza. Se han necesitado años y se necesitarán muchos más
para que el logofalocentrismo decaiga.
El personaje Castora es de extrema
relevancia dado que no se trata de una mujer emparentada con los resortes de
poder ni de alguien que haya luchado en las huestes de la liberación del país
del yugo extranjero. Castora es criada en un hogar culto pero sencillo. Por su
matrimonio accede a la clase de los estancieros argentinos. Sin embargo, ella,
como muchas mujeres de su tiempo, asimiló ideas relacionadas con la
independencia femenina y tuvo el atrevimiento de rebelarse con el afán de
llevar una vida libre.
Vivió su juventud y su temprana
madurez a finales del siglo XIX. En el lecho de su origen estaban el deseo y la
tierra. Es allí donde hizo carne su cuerpo, la pampa y la memoria.
Castora es una novela inspirada en
relatos de ese tiempo que mi familia me ha transmitido oralmente.
Los epígrafes que inician cada
capítulo son poemas de mi autoría y dan cuenta del desarrollo de cada uno de
ellos.
Estela Barrenechea
Buenos Aires, 2017
Primera parte
Canto del
terruño
“Cada uno crea
de las astillas que recibe
la lengua a su manera
con las reglas de su pasión
—y de eso, ni Emanuel Kant estaba exento”.
Juan José Saer
ESTELA BARRENECHEA
Poeta y estudiosa de la filosofía,
nació en Buenos Aires, Argentina, el 17/2/1938, ciudad en que reside.
Graduada como Contadora Pública
Nacional en la Universidad
de Buenos Aires (UBA), ejerció la docencia en filosofía a partir de sus ensayos
y de su condición de miembro de grupos de investigación, tanto en instituciones
públicas como privadas. En 1984 completó el curso de Metodología de la Investigación , por la Universidad de
Belgrano. También fue profesora de filosofía en el CBC de la UBA.
Colaboradora de instituciones
filosóficas, publicó artículos en diarios y revistas de la especialidad. Como
expositora presentó distintas ponencias en jornadas de filosofía y poesía
(Jornadas de Filosofía Nietzscheana, 2000, y III Congreso Binacional de
Escritores - Centenario del nacimiento de Pablo Neruda, 2004).
Además de organizadora de jornadas
de filosofía, fue expositora en el lapso 1991-2000.
Obtuvo primeros premios y otros
reconocimientos de orden literario en su país y en el exterior.
Publicaciones:
• Filosofía: La ilusión en la paradoja del sujeto (Buenos Aires, Ed. Catálogos,
1994), La formación del filósofo
(Buenos Aires, Ed. Sociedad Filosófica, 1994), Nietzsche en la filosofía actual. El eterno retorno como acontecimiento
del pensar (presentado en las Jornadas Nietzsche, año 2000), El nacimiento del humor en la obra de
François Rabelais (presentado en el seminario de Doctorado de Filosofía,
dirigido por el Dr. Ricardo Maliandi).
• Poesía: La distancia y el foco (Buenos Aires, Editorial De los Cuatro
Vientos, 2003), En los confines
(Buenos Aires, Editorial Tsé Tsé, 2005), Plaqueta
Clinamen y otros poemas (Buenos Aires, Editorial Metáfora, 2007), Del Silencio (Buenos Aires, Ediciones El
Mono Armado, 2009), El filo de la grieta
(Buenos Aires, Editorial Vinciguerra, 2012), El revés de la luz (Córdoba, Alción Editora, 2014), De claros y de sombras (Córdoba, Alción
Editora, 2016).
• Narrativa: El inmigrante y otros cuentos (Buenos Aires, Enigma Editores,
2018), Castora, un cuerpo de mujer
(Buenos Aires, Ediciones Elemento, 2019).
Además de estas obras:
• participó en los volúmenes: La filosofía en los laberintos (1994), El pensamiento en los umbrales del siglo XXI
(1994) y La filosofía, los filósofos, las
instituciones filosóficas. Una perspectiva generacional en la Argentina de fin de
siglo (1995), y
• fue incluida, entre 2001 y 2018,
en diversas antologías poéticas: Homenaje
a Oliverio Girondo, No toda belleza redunda en felicidad, XXVIII World Congress
of Poets (Acapulco, México, 2008), Ceremonias
de la luz, Poetas sobre poetas IV, etc.
Currículo
de Paulina Vinderman en esta edición de Realidades y Ficciones – Revista
Literaria, Nº 42:
PETER PAN Y WENDY: MUCHO MÁS QUE AVENTURAS
Héctor Zabala ©
Hablar sobre Peter Pan
y Wendy es hablar sobre una obra literaria de excepción. Una obra que,
lamentablemente, no se reflejó después con absoluta conciencia en la pantalla
del cine o en revistas de circulación masiva.
Porque… ¿quién es o qué representa Peter Pan?
Alguna vez leí por ahí que es un duende. Nada más erróneo que semejante
afirmación. Es cierto que el personaje implica una cierta fantasía, pero no
como parte del mundo mitológico.
El mismo autor, el escocés James
Matthew Barrie, se encarga de aclararlo en el capítulo XVII de su libro, cuando
le hace decir a su personaje Peter Pan respecto de las hadas: “Viven en sus nidos de las copas de los
árboles, las de color malva son chicos; las blancas, chicas; y las azules, unas
tontas que ni saben lo que son.”
Es decir, el propio protagonista no
se incluye en ese mundo mágico como hada-macho, duende o elfo. Uno puede leerse
el libro de pe a pa que no encontrará ningún atisbo en tal sentido.
Definitivamente, Peter Pan no es un personaje mágico ni mitológico.
Fig. 1. Peter Pan según la idea actual. |
Pero una cosa es la Biblia y otra los dibujitos que puedan hacerse
para graficarla, aun con la mejor voluntad del mundo. Ilustraciones que no
dependen de concienzudos análisis sobre el texto original sino de una liviana y
caprichosa interpretación del dibujante en algunos casos.
Entonces, con seriedad, ¿qué
representa Peter Pan?
En principio, la fantasía infantil en alto grado. En tiempos en que se publicó la
novela (1911) y aun antes (1904), cuando el autor escribió la obra de teatro
homónima, el mundo infantil venía muy influenciado por obras literarias sobre
piratería y aventuras. [1]
Fig. 2. Peter Pan en su aventura del capítulo VIII, según Mabel Lucie Attwell. |
Los pueblos pieles rojas para
entonces se habían convertido poco menos que en leyenda luego de haber sido
tristemente confinados a reducciones en el avance de los Estados Unidos hacia el
Pacífico. La piratería por entonces también era cosa del pasado, del siglo XVII
o anteriores, si obviamos algunos casos aislados en el marco de las guerras
independentistas sudamericanas y otros que se dieron después en el Caribe y la Florida de manera puntual.
Pero en el imaginario infantil, el
deseo de ser pirata o piel roja subsistió. Más tarde el cine vendría a reforzar
ese imaginario, aunque esta ya es otra historia.
En cuanto a las hadas, además de las
mitologías celtas y germanas que nacen en la antigüedad y se desarrollan mucho
en el medioevo, la literatura infantil venía trayendo toda una tradición de por
lo menos el siglo XVI. Literatura de la que obras como Cenicienta, Blancanieves
y la Bella Durmiente
son apenas meros ejemplos , como bien demostrara Italo Calvino en su magna
recopilación, Fiabe italiane (Cuentos
de hadas italianos), de doscientos cuentos populares de varios siglos
anteriores. [2]
Sobre el personaje Peter Pan se han
vertido arroyos de tinta. En Psicología se ha descrito el síndrome homónimo,
referido al individuo que deja pasar los años como si fuera un adolescente, el
que se niega a asumir responsabilidades de adulto. “Sin sentar cabeza”, como decían
nuestras abuelas. El muchacho odiado por su novia pues nunca quiere formalizar,
el que desea todas las ventajas y ninguno de los inconvenientes del matrimonio.
En lenguaje argentino sería el langa;
en español, el irresponsable, el inmaduro in
aeternum.
Este temperamento parece estar bien
delineado en el capítulo X cuando Peter Pan ignora el amor que le tienen
Campanilla, Tigridia y aun la propia Wendy. Parece ajeno a los sentimientos que
despierta en las tres féminas. Hasta pasa por alto circunstancias que harían
caer en la cuenta al tipo más despistado. Por ejemplo, cuando la celosa
Campanilla intenta matar a Wendy o cuando reiteradamente le dice cretino ante su indiferencia o
ignorancia en materia amorosa. Él ni siquiera entiende a Wendy ni a Tigridia
cuando no quieren ser sus madres sino otra cosa (capítulo X).
También queda delineada su
personalidad frívola al realizar todo tipo de aventuras que después olvida por completo. Esto se indica reiteradamente en
la obra. Hasta llega a olvidar a Garfio, a Campanilla y a quien sea. A la
propia Wendy, su gran amiga, le susurra en el capítulo IV: “Oye, Wendy, siempre que veas que me olvido de ti, repite todo el rato
«soy Wendy» y entonces me acordaré.” Genial. Tal cual ocurre con los
humanos inmaduros, pueriles, cuya conciencia no parece quedar afectada al
olvidarse de personas con las que mantuvieron relación, personas que los amaron
en muchos casos, así como de los zafarranchos que hayan provocado en sus
físicos o psiquis.
El personaje Peter Pan es tajante: no quiere crecer, no quiere ser adulto.
No quiere ir a la escuela ni después a una oficina ni usar barba. Esto lo dice
expresamente el protagonista en su diálogo con la señora Darling, madre de
Wendy (capítulo XVII). Más aún, se lo había adelantado a la chica en el
capítulo III al aclararle con vehemencia: “No
quiero ser mayor jamás. Quiero ser siempre un niño y divertirme. Así que me
escapé a los jardines de Kensington y viví mucho, mucho tiempo entre las
hadas.” De paso, véase que insiste en afirmar de manera indirecta que no es
un hada-macho, duende o elfo.
En el último capítulo de la obra,
hasta le recrimina a Wendy que haya crecido, se niega a aceptarlo entre
berrinches, y lo toma casi como una traición de parte de ella.
Entonces, en definitiva, ¿qué es Peter Pan?
Entiendo que es una proyección
mental de Wendy. Visto así tiene lógica que la obra se llame Peter Pan y Wendy [3], y no
simplemente Peter Pan. También, una proyección similar de sus hermanitos, John
y Michael.
Pero —por extensión— la proyección psíquica de todos los niños
del mundo, quieran reconocerlo o no ya de adultos. Algo parecido (aunque no
igual) al amiguito invisible, tan
patente en algunos hijos únicos. Esto está bien planteado en el capitulo I,
cuando el narrador nos dice:
“Como es lógico, los Países del Nunca Jamás son muy distintos. El de
John, por ejemplo, tenía una laguna con flamencos que volaban por encima y que
John cazaba con una escopeta, mientras que Michael, que era muy pequeño, tenía
un flamenco con lagunas que volaban por encima. John vivía en una barca
encallada del revés en la arena, Michael en cambio vivía en una tienda india,
Wendy en una casa de hojas muy bien cosidas. John no tenía amigos, Michael
tenía amigos por la noche, Wendy tenía un lobito abandonado por sus padres…”
Es decir, el País de Nunca Jamás, son muchos países. Tantos como niños hay
en el mundo. Y Peter Pan no es más que el personaje imaginario de esos mismos
chicos que desean ir a ese país (esos países) de fantasía. A un mundo mejor,
lleno de juegos y sin preocupaciones, donde se los respete y valore de forma
integral. Peter viene a ser el alter ego, el héroe que los salva psíquicamente.
Es más, la propia señora Darling no
es ajena a esa fantasía. Ante la pregunta directa de su asombrada hija: “Es Peter Pan, mamá… ¿no lo sabes?”,
sigue el siguiente texto por demás revelador:
“Al principio la señora Darling no lo sabía, pero después de hacer
memoria y recordar su infancia se acordó de un tal Peter Pan que se decía que
vivía con las hadas. Se contaban historias extrañas sobre él, como que cuando
los niños morían él los acompañaba parte del camino para que no tuvieran miedo.
En aquel entonces ella creía en él, pero ahora que era una mujer casada y llena
de sentido común dudaba seriamente que tal persona existiera.”
Hay otros pasajes de la obra que
afirman indirectamente lo que digo: de
que todo está en la mente de Wendy y sus hermanitos. Por ejemplo, cuando se
supone que están en pleno vuelo hacia el País de Nunca Jamás, en el capítulo
IV, llamado justamente El vuelo (The
flight). En ese momento que se ve desde arriba toda la isla, con sus piratas y
pieles rojas, John dice “estupendo”,
y el autor agrega sorpresivamente: “pero
decidió [John] tomar el té primero”.
Es decir, que en realidad no habían salido de su propia casa.
Aclaremos de paso, que para dicho vuelo el hada Campanilla debió aportar
sus polvos mágicos. Hay quienes
sugirieron que tales polvos podrían hacer alusión a la cocaína. Y “el vuelo”, a
que se refiere la novela Peter Pan y
Wendy, sería de tipo alucinógeno.
Creo que es una hipótesis
descabellada, que en nada se compadece con la idea de James Barrie. Es cierto
que uno de sus amigos universitarios, sir Arthur Conan Doyle, hace referencia a
la cocaína en El signo de los cuatro
(1889) relacionándola con su personaje, el detective Sherlock Holmes. Pero más
allá de que ni Doyle ni Barrie hayan sido cocainómanos, el detective no la
inhala como polvo, sino que se la administra por vía intravenosa disuelta al
7%. Ergo, lo de los polvos mágicos no se
compadece con ningún polvo de cocaína.
El polvo de las hadas está en las
leyendas celtas desde tiempos antiguos, quizá mucho antes de que Colón
descubriera América. Por ende, ambos temas son anacrónicos pues corresponden a
continentes distintos sin relación histórica en el tempo entre sí: hadas (y sus polvos
mágicos) en Europa, y planta de coca (fuente de la cocaína) en Sudamérica.
Cuando Peter Pan
perdió la sombra
La pérdida de la sombra es un drama
recurrente en ciertas mitologías, alemanas, vascas, africanas, etc. Por
ejemplo, entre los antiguos vascos dicha pérdida estaba conectada con el mito
de Atarrabi, hombre bueno que no podía encontrar en tales condiciones el camino
a la morada de la diosa Mari. La pérdida de su sombra era algo así como la
pérdida de su alma. Algunos africanos mantienen aún la superstición de no salir
al mediodía cuando sus sombras proyectadas son mínimas.
De ahí que perder la sombra equivale
a perder el alma, la energía vital. Por eso Peter Pan se preocupa, llora,
cuando la pierde (capítulo II). Sin la sombra, su energía vital sería casi nula
y quizá piense que tal pérdida le impediría volver al País de Nunca Jamás.
Tengamos en cuenta que los Darling se lamentan de que ese día haya sido viernes
(el de la mala suerte para los anglosajones) con lo que se enlazan
supersticiones con mitos.
“Yo te la coseré, muchachito —dijo [Wendy],
aunque él era tan alto como ella; y sacó su costurero y cosió la sombra al pie
de Peter.” Con gran ironía y ternura, el autor le hace resolver a Wendy el
gran problema.
¿Pero Peter Pan es
solo lo anterior o hay algo más?
A mi entender, el personaje Peter
Pan también representa un deseo ancestral del ser humano: la inmortalidad. El homo sapiens se diferencia del resto del mundo
animal, entre otras cosas, por enterrar a sus congéneres con ceremonia. Hay
indicios tan tempranos de este asunto que sugieren al hombre de neandertal y al
de cromañón haciendo tales rituales.
Alguien me dirá que su inteligencia
superior obliga al humano a cumplir solemnidades de este tipo, pues cada vez
que muere un congénere se pierde una pequeña biblioteca de conocimientos,
únicos e irrepetibles. Otro alegará que se trata del temor irracional a la
muerte, de no saber cómo enfrentarla. Un tercero, más religioso, traerá a colación
el Jardín de Edén y que su recuerdo dejó una marca imborrable en el
inconsciente humano desde tiempos adánicos.
Quizá todos tengan un poco de razón,
pero lo cierto es que la inmortalidad es un tema recurrente en toda sociedad
humana desde que el mundo es mundo y lo seguirá siendo. Las distintas
religiones apenas parecen ser los meros receptáculos de algo anterior, algo que ya estaba en el inconsciente humano desde mucho antes de que las
primeras confesiones se organizaran.
Peter Pan, que obstinadamente se
niega a crecer como primera prioridad, también se niega a envejecer y por ende a morir. En la obra de Barrie, todo
el mundo muere a su debido tiempo. Sin mediar un orden de mi parte, se infiere
que mueren: Wendy, sus padres, la perra Nana, los niños perdidos, el capitán
Garfio, sus piratas, etc. Incluso generaciones posteriores como la hija de
Wendy, Jane, su nieta Margaret, etc. Todos mueren, se verifiquen o no dichas
muertes en palabras expresas o tácitas del autor. Todos, excepto el niño Peter
Pan, que —obstinado— siquiera cambiará sus dientes de leche.
¿Qué son los niños
perdidos?
Se ha dicho que representan a los
niños huérfanos, los desaparecidos, los abandonados; hoy incluiríamos a los
niños de la calle también.
Pero, fiel a mi línea de pensamiento,
entiendo que los niños perdidos son todos
aquellos que les falta amor paterno, al menos parcialmente. Algo esencial
para todo niño, para que crezca lo mejor posible.
En la obra son solo seis niños
[4], pero el capítulo V nos aclara algo muy importante: “Los niños de la isla varían, claro está, en
número, según los vayan matando y cosas así; y cuando parece que están
creciendo, lo cual va en contra de las reglas, Peter los reduce, pero en esta
ocasión había seis, contando a los Gemelos como si fueran dos.”
¿Quiénes mataban a los niños? Los
piratas. Va veremos a qué se refiere el narrador con ello.
Pero lo esencial es que no había
obligación de que fueran solo seis niños. Podía
ser cualquier número. En el momento que describe la llegada de Wendy con
sus hermanitos había seis, pero en verdad podrían haber sido muchos más: todos aquellos a quienes les faltara un
genuino amor paterno.
Un detalle a recalcar. Peter Pan no
permitía que crecieran. Si crecían, los expulsaba del País de Nunca Jamás. En
un despliegue de ironía, el escritor afirma: eso va contra las reglas. Genial.
¿Quién o qué es el
capitán James Garfio?
Aunque suene duro, es el padre de
Wendy. O, mejor dicho: todo lo malo que
representa el padre de Wendy y —por extensión— todos los defectos que tienen los padres para con sus hijos.
Un indicio básico es que se insista
en varios pasajes de la obra que Garfio (Hook [5], en inglés) sea
oscuro, dando a entender que no solo lo es en su aspecto físico (pese a que se
lo supone inglés y educado en un colegio de clase alta del siglo XIX) sino
también espiritualmente.
Fig. 4. Garfio contra Peter Pan. Nótese el sable en mano izquierda de Garfio y un Peter Pan sin orejas puntiagudas (F.D.Berford, 1912). |
Más tarde, en el cine esto fue
obviado y ambos personajes (George Darling y Garfio) no tendrían relación, y
hasta se minimizaría a tal grado al padre de Wendy que desaparecerá en ciertas
versiones. He aquí otra gran tergiversación de la idea original.
“Tiene un garfio de hierro en vez de la mano derecha y desgarra con él”, leemos en el capítulo IV por boca
del propio personaje principal. Peter refiere esto al dialogar con John,
hermano de Wendy.
Que Peter Pan corte la mano derecha
de James Garfio y se la lance al Cocodrilo es de un significado psicológico
fundamental. Equivale a quitarle el puño derecho, el que representa el poder
paterno por excelencia. Equivale a decir que no tiene derecho a la patria
potestad por no saber ejercerla correctamente.
A tal punto se ha tergiversado todo
esto en el cine —convirtiéndolo en un mero film de aventuras como tantos—, que
en las películas de Walt Disney la mano cortada de Garfio es la izquierda. Para los realizadores parece que viene a ser lo
mismo. Pero, bueno, no podemos pretender tanta sutileza en guiones hechos para simple
entretenimiento y no de la profundidad pretendida por Barrie en su gran obra.
Entiendo que el inconsciente
psíquico de Wendy, de John (y quizá de Michael), desea que su padre sea menos
pueril y autoritario con la familia. En efecto, recordemos que George Darling
no quiso tener a esos hijos. Que cuando los tuvo que aceptar, tras el ruego
constante y amoroso de su esposa, se puso a competir con ellos sin asumir a
pleno su rol de padre (capítulo I). Que mandaba con arbitrariedad, sin ton ni
son. Que a veces celaba del amor de su esposa a sus hijos, como si se trataran
de amores similares. Celos fuera de rol, como se diría. George Darling es pura
apariencia al principio de la obra, tiene actitudes pueriles y hasta perversas.
Llega a tener celos y envidia de la perra Nana, que funciona como niñera de los
chicos. Quiere deshacerse de ella, no porque sea mala niñera sino porque supone
que no lo respeta y por el qué dirán de sus vecinos. En suma, un vademécum como
padre.
De ahí que los hijos se escapen, más
no sea de manera imaginaria, al País de Nunca Jamás. De ahí que Peter Pan mate
en buena ley al capitán Garfio y a todos sus secuaces, salvo a Smee, el más
humanitario de ellos, y a Starkey, que termina sirviendo a los niños pieles
rojas (capítulo XV).
A mi criterio, los piratas al mando de Garfio vendrían a ser los distintos aspectos
indeseables que George Darling tiene como padre. Que quede vivo Smee, no es
nada casual. Representa lo opuesto de Garfio, la parte rescatable como padre.
Personalidad que sale a la luz al final, cuando el mea culpa paterno es en serio y no una mera pose para el mundo.
Porque cuando los chicos vuelven del
viaje imaginario, vemos recién un George Darling distinto: generoso, buen
padre, dispuesto no solo a amar sin celos a sus tres chicos sino también a
adoptar a otros niños huérfanos. Su personalidad oscura, su capitán Garfio con
todos sus piratas a bordo han muerto. Solo quedan Smee, el bondadoso, y
Starkey, el puntual servidor: los deseos
de Wendy y sus hermanitos se han hecho realidad.
Desde este punto de vista, Peter Pan
viene a ser un salvador, un héroe, no solo el que salva a Tigridia y a Wendy de
las garras de Garfio, el que trae una madre tierna y comprensiva a los niños
perdidos. Es —por extensión— el
imaginario necesario del niño común ante el problema de la arbitrariedad y
sinrazón de sus propios padres.
¿La novela Peter Pan y Wendy refleja la vida del
autor?
Probablemente. Al menos los nombres
de varios personajes fueron tomados de sus hijos adoptivos, los huérfanos del
matrimonio de Arthur Llewelyn Davies y Sylvia du Maurier: George, John, Michael, Peter. El aditivo de Pan es por el dios griego de la antigua Arcadia, el flautista, el
que vagaba alegremente por los campos. La flauta es un instrumento que toca
virtuosamente el protagonista de la obra. El nombre del capitán Garfio, Jas. (apócope de James), es el de pila del autor. En cuanto al de Wendy y al de su nieta Margaret, serían en homenaje a una niña,
Margaret Henley, que murió a los cinco años en 1894; ella le decía frendly (amigo) al escritor, pero por su
mala pronunciación le salía algo así como fwendy.
Hay quien dice que la estatura
pequeña de James Barrie, al que se le diagnosticó enanismo psicosocial (no
llegaba al metro cincuenta), sumado al desapego maternal hacia su persona —tras
la muerte en temprana adolescencia de su hermano mayor David—, hacen del autor
el verdadero Peter Pan. Quizá. Pero estas conjeturas no disminuyen para nada el
valor de una obra que es estupenda en múltiples sentidos.
Conclusión
De ahí que sea necesario leer la
novela Peter Pan y Wendy. Las
películas que se hicieron sobre el tema no muestran cabalmente al personaje ni
el espíritu de la obra. Esto es muy común en la eterna dicotomía entre
literatura y cine, artes que se manejan con tiempos y extensiones diferentes.
Ver solo el cine basado en la obra, sería como pretender conocer la Biblia
viendo apenas la película Los diez
mandamientos: un absurdo.
Y hay que leer el libro, además,
porque está lleno de sutilezas, de ironías, de ternura, de gran profundidad
psicológica, de alegoría social, etc.
Sir James Matthew Barrie fue
indudablemente un escritor excepcional. No en vano, George Bernard Shaw definió
a la novela Peter Pan y Wendy como “ostensiblemente un entretenimiento
vacacional para niños pero en realidad una obra para personas adultas”.
[1] Digamos de paso que el personaje Peter Pan apareció en una novela
anterior de Barrie, El pajarito blanco
(The Little White Bird), de 1902.
[2] Italo Calvino (1923-1985) hizo una recopilación de
doscientos cuentos de toda Italia en Fiabe
italiane (Cuentos de hadas italianos) —muchos de ellos encontrados en
dialectos regionales—, lo que sugiere que son el resultado de una tradición de
muchos siglos. Incluso, varios tienen un origen remoto en culturas no europeas.
Pueden leerse en castellano como Cuentos
populares italianos (Madrid, Siruela / Biblioteca Calvino, 2014, ISBN
978-84-7844-796-1).
[3] En efecto, la novela en inglés de 1911 es Peter Pan and Wendy, no Peter Pan a secas; más allá de cómo se haya
vertido posteriormente este título en las múltiples versiones y adaptaciones de
esta obra.
[4] Los nombres de estos niños
perdidos en su idioma original son: Tootles
(Lelo, Simplón), Nibs (Avispado,
Agudo), Slightly (Presuntuoso,
Ligerín), Curly (Rizos, Encrespado) y
Twins (Gemelos). Entre paréntesis se
indican algunas de las variantes con que fueron traducidos al castellano.
[5] La palabra hook tiene varios
significados según el Diccionario Internacional
Simon & Schuster, Inglés/Español - Español/Inglés: gancho, garfio,
garabato, colgadero, anzuelo, arpón, hoz, etc. Pero Garfio es la traducción castellana más popular del apellido del
personaje.
[6] En alguna versión castellana se ha traducido George Darling como Jorge
Gentil y a su esposa como señora
Gentil.
Nota:
La novela Peter Pan y
Wendy es de dominio público por los años transcurridos.
Puede leerse en castellano en los siguientes enlaces de
internet:
La versión original en idioma inglés, Peter Pan and Wendy, se encuentra en:
JAMES MATTHEW BARRIE
James M. Barrie autor de Peter Pan y Wendy. |
Entre sus principales obras se encuentran:
Novelas: Auld
Licht Idylls (en escocés), 1888; A
Window in Thrums (Una ventana en Thrums), 1889; The Litlle Minister (El pequeño ministro), 1891; Sentimental Tommy (El sentimental
Tommy), 1896; Tommy and Grizel (Tommy
y Grizel), 1902, The Little White Bird (El pajarito blanco), 1902; Peter Pan and Wendy (Peter Pan and
Wendy), 1911.
Teatro: Ibsen's
Ghost (El fantasma de Ibsen), 1891, una parodia del drama Espectros de Henrik Ibsen; Quality Street (Calle Quality), 1901; What Every Woman Knows (Lo que saben
todas las mujeres), 1908, The Admirable
Crichton (El admirable Crichton), 1902; David
(David), drama bíblico basado en la persecución del rey Saúl contra el joven
David, 1936.
Currículo
de Héctor Zabala en Realidades y Ficciones – Revista Literaria Nº 40:
Email:
zab_he@hotmail.com
CAMINANTE, NO HAY
CAMINO…
Anna Rossell ©
Mercè Amat Ballester
A
recer de les ventades
(Al abrigo de los vientos) [1]
Ediciones Xandri, 2015
63 páginas
Mercè Amat Ballester |
El sujeto poético inicia el ciclo
con una mirada retrospectiva desde el momento actual hacia el pasado, haciendo
balance de una fase existencial dolorosa de desencanto, que, si bien lacerante
aún, parece haberse cerrado. Ya en este primer momento la palabra, el nombre de
las cosas —un campo semántico que recorre como un leitmotiv todo el poemario— se
nos presenta como el crisol de la (in)consciencia, como espejo del espíritu y
esencia de la vida. El logos
estructura el pensamiento, pero juega también un papel crucial en la
cristalización de la emoción y del sentimiento. Así, este primer poema gira en
torno a la palabra y de su poder emocional, sea pronunciada o solo pensada —no
dicha—: “Hubo palabras no pronunciadas. /
Se deslizan por el fango de un subsuelo inefable. / Aquellas otras, erráticas,
que fueron dichas, / violentan el silencio haciendo un estropicio: / [...]”.
O bien cuando escribe, dirigiéndose a una segunda persona: “No nos ha hecho falta decir muchas palabras. / Bastó con lo que los
rostros expresaban / para saber qué prevalece entre los dos: / lo irreductible
de un vínculo imperceptible / que nunca nos deja ser proscritos” (Raíz). Incluso el gesto no verbal, la
caricia, deviene logos: “Son tantos los
nombres de ayer que fueron dichos / las caricias, [...]” (Cielo caído). Y configura la materia
prima del amor o el desamor: “Debería
dejarte atrás / [...] / Dejarte atrás y a distancia, / donde las palabras no te
busquen, no te añoren y ni siquiera / sepan llamarte nuevamente” (Grito adentro), o bien: “Tus palabras me deshabitan, / al
desfavorecer los celos de unos afectos / que permanecen enredados / a la
quimera de un amor que, hoy mismo, / hemos creído recomenzado. / Vapor recluido
de unas palabras, / que suben de la tierra bajo olvidos, / [...]” (Devuélveme). Cierra este ciclo de
desencanto un poema extremo que alcanza el clímax de la deriva, del que solo se
puede salir reafirmado o dejando de existir: “Nada detiene, cuando todo parece desierto, / lo que la piel inscribe
espíritu adentro” (Nihilismo),
pero la voz poética sabe que solo el duelo profundo de la pérdida puede redimir
de la fatalidad cuando concluye: “Pero
resurgimos de entre la debilidad / y las cenizas, donde parece que el
desasosiego / se ha aferrado en un continuo estado de alerta / [...] / cuando
se incendian / las ganancias irrevocables de las vidas. / (Nos harán falta
ahondadas inmersiones / en la laguna de la ausencia y del dolor / para poder
ahuyentar tanta impostura)”.
Este proceso de duelo se revela como necesario en el camino
hacia la madurez, otorga al yo poético una extrema sensibilidad que le permite
regocijarse en el gesto sencillo, en el matiz, en “la cata que hacemos de un mundo que desconocemos. / Cosas sencillas
que conviven / [...] // La voz, el tacto y la caricia en un paisaje. / Un gesto
amable. / El beso preciso. / El despertar de los ojos, la mente inquieta / y
una sonrisa asentada en la mirada / [...]”, como dice el primer poema del
segundo ciclo. Y a partir del detalle minúsculo el sujeto poético crece,
construye a partir de las cenizas, que aún guardan una brizna de positividad, y
aprende hasta renacer: “Ponle aún más
nombres a las viejas imágenes / y repite para ti tantas palabras / que casi
desaprendido, casi” (Aprender).
Otro de los leitmotivs que transporta el poemario es el campo semántico en
torno a la danza, al juego, a veces envuelto en la metáfora del vaivén de las
olas, como sugiriendo el movimiento de avance y retroceso que nos lleva por la
vida “como el mar que recomienza siempre
/ y se inclina sobre la arena” (La
danza), una lección que nos da la naturaleza, la observación del mar, ya a
la tierna edad de la infancia: “[...] /
el agua del mar te espera con olas abatidas / [...] / El chasquido continuo de
una espuma fresca / y juguetona que se mezcla / con saltos y risas de una vida
confiada” (Niño). O bien cuando
ese movimiento es “en nuestro interior,
un balanceo que nos vela / y se afana por abrirnos puertas / [...]” (Encuentro).
La palabra, el nombre, que en el
primer ciclo de poemas estremecían el alma angustiada, ahora devienen amables y
provechosos: “[...] / Y en las manos,
palabras empeñadas en nombrar / otros mundos posibles. / [...] / Miradas
despiertas y encendidas, / tras puertas que pueden abrirse. / [...]” (Rambla abajo). O bien: “A punto para la revuelta / que haces contra
un mundo que rechazas hace tiempo. / A punto e insatisfecho / para una lucha
que nombra con otras palabras / lo que todavía nos interpela / y puede ser
vivido sin trastornos / [...]” (Sin
extrañarte).
El leitmotiv del vaivén está
presente aún en el tercer ciclo, que, con el título que la autora escoge para
todo el poemario, da a entender que la voz poética ha llegado a buen puerto en
su lucha contra los embates de la travesía. El sujeto poético se presenta ahora
como un espíritu inquieto, pero ya no afligido ni angustiado, sino ansioso de
saber y de aprender siempre más hasta encontrar el reposo, un reposo que
metafóricamente queda recogido en el hogar:
“Es agradable la cadencia / de las olas
cuando rugen / y espumean al atardecer, / bajo la mirada atenta de una luna /
que quiere saber quién es / aquél que, en medio de tinieblas y ruidos, / busca
constantemente. // [...] / Y contra las rocas, gritos / de unas olas que luchan
/ para encontrar su hogar / [...]”, leemos en el primer poema del último
ciclo. Y la lenta y persistente caída de la lluvia sugiere a la voz poética la
creación de mundos nuevos a partir de la palabra, que ya se ha convertido
definitivamente en una herramienta de demiurgo: “[...] / Cae plácidamente; / y, poco a poco, una danza la empuja al
movimiento / una danza que del aire con sonidos reverberados / [...] / el rumor
de creación y el continuo nacimiento / de los primeros nombres en una mente /
que no descansa y descubre / [ ...] / dando a conocer cuáles son los caracteres
/ expresados en las palabras, tan expectantes / de una sabiduría que, en nosotros,
despunta irrenunciable, / [...]” (Expectación).
Ya no hay grietas en este último tramo de la vía, que sigue con decisión hacia
su objetivo porque “vamos presintiendo
cuál es el último camino / que otorga nombre a todo y, al fin, nos libera”
(El caminar de la conciencia). Hasta
puede llegar a reencontrar la luz y el calor amoroso “Si tus manos se deslizan con deseo todavía / y buscan profundamente
los faros; / si inquieto atraviesas las aguas del olvido, / ante quien, en la
distancia, / te habla de muy cerca, / verás como el amor nos ha crecido / al
abrigo de los vientos” (Canto
primaveral). Y el poema, como la propia voz que habla en primera persona,
evoluciona y hace camino, sin estancarse nunca, en un recorrido edificante y
restaurador. Y, en el poema, las palabras: “¡El
poema nunca se cierra ni se abandona / en el suelo, mudo, inerte y solitario!
// [...] // Y así, son también las voces de la palabra: / ¡líneas alargadas
reversibles / que pueblan el fondo del alma / y la relatan, irrepetible!” (Voces de poema).
El poemario se cierra haciendo
inventario positivo de lo vivido: “ahora
que la mirada no cierra ninguna puerta / a un pasado que volteó las voces con
quien razona; / ahora, sobre todo, que el gesto es de medida breve / porque ya
nada no es de más, sepas amigo, / que hay propósitos esperándonos en mosaicos
nuevos, / hechos de palabras nobles” (Ahora).
Al abrigo de los vientos, el primer
poemario de Mercè Amat Ballester, publicado por ediciones Xandri, un nuevo
sello editorial nacido en octubre de 2014, se incorpora a las letras catalanas
con la fuerza de la buena poesía. Sería recomendable su traducción al español.
[1] Todos los títulos y las citas son traducción del catalán al español de
la autora de la reseña.
Currículo
de Anna Rossell en Realidades y Ficciones – Revista Literaria Nº 11:
“MODO LUCIÉRNAGA”, MUY
LOGRADA SÍNTESIS NARRATIVA
Luis Benítez ©
El flamante sello editorial Peras del Olmo, de la provincia
argentina de Mendoza, inaugura su catálogo con el volumen electrónico de
narraciones cortas titulado Modo
Luciérnaga *, del autor local Rubén Valle. Los 62 textos que componen el
libro no superan cada uno la página de extensión, siendo algunos de ellos mucho
más breves: tal el caso del titulado Monocromo,
que consta de cuatro líneas.
Valle, bien conocido en el país como uno de los nombres
principales de la generación poética de los ’90, así como por sus destacadas
incursiones anteriores en la prosa (ver datos del autor más adelante) sortea en
Modo Luciérnaga con buena pluma las
exigencias que impone el severo formato del minirrelato, donde la concisión, la
síntesis narrativa y el remate justo establecen los márgenes estrictos del
subgénero. Y lo hace apelando a recursos que ya le son característicos y bien
conocidos por sus lectores: emplea un lenguaje fluido que entra y sale de lo
cotidiano, resolviendo en dos pinceladas bien ajustadas la delineación de los
personajes, firmemente sujetos al eje argumental, sin ripios ni figuras
retóricas innecesarias. Son textos donde el autor aborda y resuelve la idea
general dejando el margen de interpretación adecuado para que quien lee, quien
“interviene” el cuento con su atención, complete el sentido que unas pocas
líneas de buena narración le han ofrecido, sin la pretensión de lo unívoco.
La variedad de planteos, situaciones
y conflictos que exhibe un formato como el de Modo Luciérnaga, que condensa un pequeño universo en cada página,
hace que este volumen de corta extensión se expanda a medida que el lector
recorre la galería de personajes y atiende las alusiones y elusiones de la voz
narrante, acusando el efecto de la compleja heterogeneidad de estímulos que
provee. Sin embargo, en su multiplicidad Modo
Luciérnaga no genera un caos de sensaciones, ya que existe en su estructura
una serie de lineamientos remarcables, que guían la lectura y establecen la
senda segura para acceder a la visión propuesta por Valle —insistimos— sin que
ello obstaculice en ningún momento la reelaboración que pueda implementar aquel
que recorre sus páginas.
Como es ya una marca reconocible en
el caso del autor mendocino, el medido humor, la ironía subyacente y el
escondido sarcasmo se amalgaman en sus textos con una sugerida piedad hacia el
papel que juegan sus personajes, sorprendidos por el narrador en las instancias
donde lo patético, lo ridículo, lo enternecedor o lo extraordinario se encarna
en ellos. Valle sabe jugar con los contrastes, conoce de qué manera una simple
insinuación puede poner en altorrelieve la médula misma de lo que nos desea
trasmitir. En Modo Luciérnaga su
método expositivo, que por su concisión y laconismo podemos definir como de
“montaje rápido”, se torna mucho más evidente, precisamente por el estricto
formato que ha elegido.
En conclusión, se trata de una nueva
obra del destacado autor mendocino que, como en ocasiones anteriores, el lector
agradecerá, unido ello al asombro, cuando compruebe cuánto y qué variado es lo
que puede caber en tan pocas páginas.
El autor
Rubén Ángel Valle |
Así escribe Rubén
Valle:
La verdadera razón
Nieva adentro de la heladera de la familia Rentera.
Demasiado. El servicio técnico la vio esta mañana y se declaró desorientado,
sin explicación alguna para tal fenómeno. “Señora, no podemos hacer nada”, fue
la resignada respuesta del muchacho de la remera rota en la axila. Los Rentera
llegaron a Las Heras provenientes de Bariloche hace apenas una semana con la
intención de radicarse. La heladera fue comprada allá hará unos tres años.
Jamás habían tenido un problema con ella, pero ahora nieva todo el día,
llenando la casa con su imparable producción. Por más que probaron
desenchufándola, no hay caso, nieva más que antes. “Para mí, extraña”, dice
Julieta con la sabiduría de sus seis años. Ante la falta de opciones más
convincentes, se da por hecho que esa es la única y verdadera razón. La
heladera es enviada de vuelta a Bariloche, a la casa de la hermana del señor
Rentera. Tarjeta mediante, en 12 cuotas sin interés, compran una nueva en Las
Heras. Aparentemente esta funciona bien, salvo que se considere una anormalidad
escuchar música islandesa cada vez que se abre la puertita del freezer.
NOTA:
*
Epub base 2.1. Abril de 2020, diseño de de portada de Matías Valle. 71 páginas.
https://perasdelolmo.github.io/modo-luciernaga.pdf
Currículo
de Luis Benítez en Suplemento de Realidades y Ficciones Nº 64:
Email:
lb20032003@gmail.com
RENOVARSE O MORIR.
LENGUAJE CINEMATOGRÁFICO
Y HOLOCAUSTO
Anna Rossell ©
Aarón Rodríguez Serrano,
Espejos
en Auschwitz. Apuntes sobre cine y Holocausto
Shangrila, 2015, 298 páginas
Libro de referencia este ensayo de Aarón Rodríguez Serrano,
profesor de la
Universidad Jaime I (Castellón), especializado en
comunicación audiovisual del Holocausto. Autor de numerosos artículos sobre el
tema, Rodríguez Serrano nos ofrece en este ensayo un estudio serio y pormenorizado
de la escritura audiovisual del genocidio nazi desde sus comienzos en 1945, a
partir de los documentales de los aliados sobre la liberación de los campos de
exterminio, pasando por el cine dentro de los campos, hasta nuestros días,
incorporando todo tipo de registros.
Aaron Rodríguez Serrano |
El libro no se limita a diseccionar asépticamente los íconos
fílmicos relacionados con el tema, sino que, al tiempo que lo hace, plantea su
propia tesis relativa al carácter (ir)representable del horror y nos obliga a
reflexionar profundamente sobre una cuestión difícilmente agotable. Poniendo el
documental de Claude Lanzmann (Shoa, 1985) como referente del purismo a
ultranza de la representación holocáustica, Rodríguez Serrano muestra la
imposibilidad de mantenerse fiel a los propios principios teóricos de la
ortodoxia por la imposibilidad de sustraerse a la subjetividad. Especialmente
interesante en este sentido resulta el capítulo dedicado a la construcción de
la figura del judío en la película nazi El
judío eterno (Fritz Hippler, 1940), en la que claramente se manipularon las
imágenes al servicio del tópico, pero también dos cintas sobre la liberación de
los campos, rodadas por los ejércitos aliados, Memory of the Camps (1985) y La
liberación de Auschwitz (1986), en el que se muestra el vínculo más o menos
explotado, pero siempre existente, entre cine e ideología, lo cual ha sabido
aprovechar el negacionismo en beneficio propio. Destacable también la disección
que hace Rodríguez Serrano, en su defensa, de la película de Steven Spielberg, La lista de Schindler (1993): denostada
por los defensores de la inefabilidad como producto típicamente hollywoodiense
por subjetiva y sensiblera, el autor muestra con argumentos bien fundados y
convincentes hasta qué punto Spielberg supo conseguir un lenguaje
cinematográfico-poético transmisor de verdad a través del montaje como técnica
para transmitirla.
La tesis que sostiene el ensayo es
la de que, si bien la actitud purista de la inefabilidad de los campos —aun
insostenible en su momento— pudo servir a una generación determinada para
acercarse al Holocausto, el enrocamiento en ella estuvo a punto de abortar para
las generaciones más jóvenes el acceso a este horror histórico de mediados del
siglo XX, un horror al que ellas tienen el derecho de acceder y sus mayores el
deber de transmitirles. Rodríguez Serrano aborda en su libro la integración del
tema holocáustico en la cultura pop, en los videojuegos HBO, en los videoclips
de YouTube y en las películas de las Tortugas Ninja. Lejos de defender la
banalización de aquel horror o de apostar por el “todo vale”, el autor se
muestra abierto al desarrollo de nuevos lenguajes para plasmar el Holocausto,
como la única manera de mantener viva su herencia para las generaciones
posteriores, que deben tener la libertad de acercarse a aquellos aberrantes
acontecimientos históricos a partir de sus propios íconos culturales.
Espejos en Auschwitz es un ensayo de lectura obligada para todos aquellos que se interesen
no solo por la relación entre cine y Holocausto, sino también para quien desee
reflexionar sobre la representación del horror en general. El libro está
extraordinariamente bien documentado, con remisión a textos especializados a
través de numerosas notas a pie de página y ofrece una amplísima bibliografía
sobre el tema. Se echa de menos, al final del libro, una relación de las
películas visionadas y mencionadas.
Currículo
de Anna Rossell en Realidades y Ficciones – Revista Literaria Nº 11:
BAJO LA SUPERFICIE : STEFAN
ZWEIG
Jesús Ballano Riera ©
A la biografía oficial de Stefan Zweig, ciertamente nada
puedo aportar, aunque —a modo de introducción— repetiré algunas pinceladas bien
conocidas: nacido en Viena en 1881, su padre fue un poderoso industrial y, su
madre, miembro de una familia de banqueros italianos. Fue un extraordinario y
prolífico escritor cuya obra alcanza diversos géneros: teatro, novela, relato
corto, poesía, biografía, memorias... Se doctoró en filosofía por la
universidad de Viena. Escribió constantemente durante toda su vida. Judío no
practicante. Viajó por todo el mundo. Se casó en dos ocasiones (con una
admiradora divorciada y, posteriormente, con su secretaria). No tuvo hijos. Se
suicidó en 1942 —junto con su segunda esposa, Charlotte— en Petrópolis
(Brasil). Él tenía sesenta años, su esposa treinta y tres.
Suicidio de Stefan y Charlotte. |
Voy a ir entrando en materia.
Yo creo que la mayor grandeza del
ser humano, reside en su voluntad de
activar todo el potencial que la vida pone a su alcance para hacer el bien
hacia los demás. Para contribuir a la construcción de un mundo mejor.
Opino que, quien detenta un gran
poder, debería —paralelamente— asumir una gran responsabilidad hacia los demás,
pensando un poco más allá de sus propios intereses.
Y no me engaño, pues bien sé que el
párrafo que acabo de escribir, es pura palabrería bienintencionada que
poquísimos son capaces de poner en práctica. Pero, como digo, eso es lo que yo
entiendo como “la mayor grandeza del ser humano”. Y hoy me apetece reflexionar
un poco en esa línea…
Recuerdo una entrevista en la que
Bob Marley declaraba que su vida —en sí misma— no tenía sentido alguno si no
era para intentar ayudar a los demás. Si lo hizo o no, es cuestión aparte. Pero
como intención, me parecerá maravillosa si se lleva a término.
En cuanto a ese concepto de “hacer
el bien”, es claro que cada uno tendrá su propio enfoque y criterio. Pero
¡cuidado! no se trata simplemente de cumplir con la propia conciencia, sino
que, objetivamente, se aporte algo positivo a los demás. Eso de “la conciencia”,
a veces, puede ser algo muy peligroso. Por ejemplo: a algunos les podría
parecer que cumplen con su conciencia si eliminan a los judíos, o a los ricos,
o a los homosexuales... De ahí que considere exigible hablar del concepto del
“bien objetivo” y no de la conciencia, pues, en este último caso, siempre
estaremos ante una entidad absolutamente subjetiva y subordinada a la moralidad
(o inmoralidad) de su propietario.
Yukio Mishima |
Mishima, es uno de mis autores
favoritos. Fue candidato al premio Nobel de literatura en varias ocasiones.
La drástica decisión de Mishima fue
fruto de un profundo arrepentimiento derivado de un comportamiento que para él
—su propio protagonista— resultó imperdonable: simuló padecer tuberculosis y,
por ello, fue considerado inútil para servir en el Ejército Imperial Japonés
durante la segunda guerra mundial. Este hecho, había acontecido veintiocho años
antes de su muerte (Mishima murió a los cuarenta y cinco años).
Mishima fue un convencido defensor y
admirador del —ya pasado— esplendor imperial japonés. Fue un nacionalista
extremo y un amante de las tradiciones. Vivió fascinado por todo lo
concerniente a los samuráis y su código de honor. Pero cuando llegó la hora de
la verdad, le faltó el valor y recurrió al engaño para evitar participar en la
segunda guerra mundial (debe considerarse que era un adolescente). Sin embargo,
sus amigos fueron a la guerra y prácticamente todos, murieron en combate.
Muchos de ellos fueron pilotos kamikazes.
A partir de ahí, el remordimiento lo
devoró. El resto de su vida lo dedicó a intentar “corregir” esa debilidad, que
le impidió hacer lo que en realidad hubiese deseado: haber muerto en combate
junto con sus compañeros defendiendo el Imperio del Sol Naciente hasta el
último latido de su corazón.
Buscó compensar esa “imperdonable
falta” con una vida entregada por completo a tratar de restituir a Japón y a su
emperador, la grandeza que —en su opinión— jamás debió perder.
Mishima intentó dar un golpe de
estado en 1970 para lograr esos objetivos que anhelaba. Al no conseguirlo por
falta de apoyos, cometió seppuku (se hizo el harakiri).
En realidad, Mishima llevaba años
planeando ese final. Leyendo su obra, se ve claramente. No lo ocultó nunca.
Incluso, a lo largo de muchos años, se había realizado numerosas fotografías
simulando hacer lo que finalmente hizo (el harakiri). Buscó imitar esa muerte
heroica que tuvieron sus amigos, aunque en su caso fuese de un modo deliberado,
artificial y consciente.
Para Mishima, su propia vida era una
carga insoportable. Y prefirió irse como los samuráis: pagando el fracaso con
la vida.
Es claro que la decisión de Mishima
de terminar con todo, poco o nada tuvo que ver con esa intentona golpista
fallida. Ese fue solo el motivo que buscó para hacer lo que realmente deseaba
hacer.
Cierto que, como el gran artista y
creador que era, quiso envolver su muerte en una estética y épica que formaba
parte de esos valores ancestrales que él siempre admiró y defendió.
Pero su verdadero fracaso, había
sido ese instante en que el miedo le había impedido —muchos años atrás— partir
con el resto de sus compañeros a morir en esa guerra en la que nunca combatió.
Un instante condicionó su vida.
El sentimiento de culpa lo empujó a
ese implacable juez que se llama conciencia.
Y ese juez, mutó en verdugo.
Por eso afirmo que la conciencia no
necesariamente lleva a hacer cosas positivas. Ni mucho menos: ¿acaso Mishima
consiguió algo bueno con su muerte? Ese seppuku, camufló su egoísmo. No se
sacrificaba por los demás. Lo hizo por él mismo. Purgó y pagó sus
remordimientos apagando su atormentada vida, pero —eso sí— con una gigantesca
repercusión mediática.
Y su exhibicionismo quedó bien
patente en la exquisita planificación de los detalles. Incluso dejó escrito un
bello “jisei no ku” es decir, el poema de despedida de la vida. Se trata de una
breve poesía con la que, ante la certeza de la muerte inmediata, se trata de
dar un sentido a la vida. Durante siglos, muchos samuráis, escribieron esos
poemas antes de darse muerte.
Me pregunto —desde mi subjetiva
certeza— cuántas veces fantaseó Mishima con el impacto que causaría en la gente
su muerte gloriosa. Sin embargo, esa triste actuación yo la percibo como su
última obra teatral, pero desde luego, reconociendo su valor.
Porque hay que tener un gran valor
para abrirse el vientre con un cuchillo hasta que los intestinos salen de su
cavidad, y a renglón seguido, ser decapitado por un “ayudante”. Realmente
tremendo.
Un héroe no se construye a sí mismo.
El héroe auténtico lo es sin pretenderlo: encontrándose ante la circunstancia
que el destino le pone delante y actuando. Llegando al supremo sacrifico si es
preciso.
Pero ante esas circunstancias que el
destino le puso delante —participar en la guerra— Mishima huyó. Y por mucho que
años después tratara de rectificar aquel pasado del que renegaba, lo cierto es
que las cosas deben hacerse en su momento. Posteriormente, siempre será tarde.
El tiempo nunca viaja hacia atrás para que rectifiquemos nada.
A pesar de que en realidad quiero
hablar de Stefan Zweig, he considerado necesaria esta incursión en la vida de
Yukio Mishima, para establecer ciertas asociaciones.
Yo veo un nexo común entre ambos
suicidas: a ambos el miedo les impidió hacer lo correcto. Pero uno lo dice
explícitamente y el otro lo oculta. A uno le ocurre en un determinado momento
de debilidad y al otro durante toda la vida (en este último caso, hablamos más
bien de una actitud).
En cuanto a Mishima, la situación ha
quedado clara. Sus remordimientos lo empujaron a su fin. Pero previamente,
durante años (más de la mitad de su vida) intentó paliar en alguna medida esa
falta causada por su debilidad. Y siendo sinceros, el daño que pudo causar
Mishima por su cobardía, lo fue esencialmente hacia él mismo, pues un
adolescente, es evidente que no hubiese podido hacer algo muy significativo, ni
mucho menos cambiar el curso de la guerra.
Es decir, que estamos hablando de un
perjuicio inexistente hacia su país, Japón, pero de unos efectos letales para
la propia moral de Mishima.
Y es su propio concepto del honor el
que le empuja a entregar su vida en una acción que, ante los ojos de sus
seguidores, es de gran alcance espiritual: devolver la grandeza a Japón y
también al emperador (en aquel momento ya reducido a mera figura decorativa).
Mishima considera que merece la pena
dar la vida por esa causa. Y a pesar de que se sabe condenado al fracaso de
antemano, da el paso adelante pues lo que realmente busca es un mero pretexto
para purgar una culpa insufrible.
Mishima nos lo cuenta todo y
reconoce sus faltas. Para mí, eso es lo más importante: a pesar de que utiliza
el adorno de la épica y la estética, Mishima se confiesa y hace mutis por el
foro. Sale entre aplausos en su última actuación.
En el caso de Stefan Zweig todo es
mucho más brumoso. Él oculta la verdad de su vida.
Efectivamente, debe ser terrible
darte cuenta que has podido hacer grandes cosas por tu pueblo y por la
humanidad: pero no las has hecho. (Recalco que Mishima, solo hubiese sido un
simple soldado que poco o nada hubiese podido hacer por Japón, salvo morir con
honor: su gran obsesión).
Con Stefan Zweig, todo será muy
diferente. Y también mucho más oculto.
A lo largo de la vida de Zweig,
desfilan varios personajes con los que habla, se relaciona e interactúa. Y ello
le da la oportunidad de intentar favorecer la causa del pueblo judío. De su pueblo.
Pero Zweig, no desarrolla ese
potencial que el destino pone a su alcance para hacer el bien.
Él sigue su camino: escribe, viaja,
disfruta, conoce y trata personalmente a los mayores intelectuales de su
tiempo: Rilke, Freud, Einstein, Toscanini, Roth, Herman Hesse, Gorki, la lista
es interminable.
En todo momento, Zweig se limita a
hacer lo que desea y más le gusta. Nunca piensa en los demás. Jamás.
Y alguien preguntará, pero ¿qué pudo
haber hecho Zweig?
Allá vamos. Con veinte años, conoció
personalmente a Theodor Herzl —padre del sionismo— en Viena. De hecho, fue su
editor. Theodor Herzl le propuso sumarse a su causa en un puesto de relevancia.
De haberlo hecho, y habida cuenta que Herzl murió prematuramente en 1904, es
muy probable que Zweig hubiese quedado al frente del sionismo a nivel mundial.
Theodor Herzl defendía que los
judíos, para defenderse de las persecuciones, tuviesen su propio Estado. Así
acabó ocurriendo en 1948 con la creación del estado de Israel: eso sí, tras
haber muerto seis millones de judíos durante la segunda guerra mundial. ¿Pudo
haberse evitado o, al menos paliado, el Holocausto?
Quien lo sabe: lo cierto es que
Zweig no mostró el menor interés por participar o cooperar en esa idea para
proteger a su propio pueblo.
Años después, Zweig también se
relacionó con Walther Rathenau, ministro de exteriores de la Alemania de entreguerras.
En este caso, estamos ante otro judío, pero —a diferencia de Theodor Herzl— era
un ferviente nacionalista alemán y partidario de la integración de los judíos
en la sociedad alemana. Se oponía al sionismo. También propuso a Zweig trabajar
juntos por esa causa. Zweig también permaneció impasible. Ni con estado propio
(con Theodor Herzl), ni integrados en la sociedad con la que convivían y
formaban parte (con Walther Rathenau). Ninguno de los dos modelos, distrajo a
Zweig de sus escritos, sus viajes, sus amigos intelectuales y artistas…
Y, finalmente, destaco entre las
amistades de Zweig (hubo muchas más) otro singular personaje muy relacionado
con los delirios expansionistas de Hitler. Me refiero a Karl Haushofer,
defensor a ultranza de la teoría del “Lebensraum”, o lo que es lo mismo:
“espacio vital”. Según esta tesis, un estado
fuerte necesitaba un espacio vital suficiente para expandirse y garantizar
su desarrollo. Y ello debe hacerse por las buenas o por las malas, sometiendo o
aniquilando a las consideradas como “razas inferiores”.
Otro tanto sostenían los japoneses,
pero con un nombre más oriental y poético: Esfera de la “co-prosperidad” de la Gran Asia Oriental
(todos los genocidas son muy creativos con los nombres que dan a sus
demencias).
Siempre que escucho a alguien
reivindicando un espacio que pertenece a otros para desarrollar sus propios
delirios egoístas, muestro el más absoluto rechazo. Por ejemplo, con los
catalanes independentistas. Ojalá se diesen cuenta que estas reivindicaciones
han teñido de sangre toda la
Europa del siglo XX. Los nacionalismos excluyentes, están en
la base de la violencia misma de la humanidad. Es lo opuesto a la convivencia
pacífica.
Por supuesto que Zweig tampoco trató
de influir o denunciar las ideas de su amigo Walther Rathenau. Y precisamente
bajo esas ideas, fueron asesinados y enterrados muchos millones de personas
inocentes. Demasiados.
Conceptualmente, la actitud de Zweig
a lo largo de su vida podría recogerse en el Primero vinieron, inmortal poema de Martin Niemöller (por cierto:
muchos lo atribuyen erróneamente a Bertolt Brecht) en que se recoge la egoísta
pasividad y cobardía de alguien que no se inmuta al ver que los demás caen a su
alrededor. Y al final queda solo y también cae…
Seguidamente lo reproduzco en una de
las muchas versiones que hizo su creador:
Cuando los nazis vinieron a buscar a los comunistas,
guardé silencio,
porque yo no era comunista.
Cuando encarcelaron a los socialdemócratas,
guardé silencio,
porque yo no era socialdemócrata.
Cuando vinieron a buscar a los sindicalistas,
no protesté,
porque yo no era sindicalista.
Cuando vinieron por los judíos,
no pronuncié palabra,
porque yo no era judío.
Cuando finalmente vinieron por mí,
no había nadie más que pudiera protestar.
Stefan Zweig |
Zweig nunca llega a criticar
claramente al régimen nazi. No queriendo parecer contrario a nada ni a nadie,
se limita a genéricas declaraciones en las que afirmaba —miserablemente— que
deben respetarse todas las ideas.
Cuando estalla la segunda guerra
mundial, él se encuentra a salvo en Inglaterra. Su inmediata preocupación es
casarse con Charlotte, salvar sus libros y huir al lugar más lejano y seguro
posible: allí donde el nazismo no pueda alcanzarle.
Su madre con ochenta y tres años,
había muerto el año anterior en Viena y él se alegra (así lo escribe
literalmente) pues ha dejado de sufrir. Según las leyes alemanas que imperaban
en aquel momento en Austria, esa señora, por su condición de judía, no tenía
derecho ni siquiera a sentarse en los bancos públicos. Por ello debía vivir
enclaustrada en casa, renunciando a dar paseos por la calle. Naturalmente,
Zweig no hizo nada por ayudar a su madre, aunque tenía pensado “hacer algo”.
Por supuesto, no es creíble. Todo ello, lo cuenta Zweig en la que ya sería una
publicación póstuma: El mundo de ayer.
Se trata de un libro muy interesante
en que retrata con magistral pluma esa Europa que él había conocido y que
añoraba. Esa Europa azotada en esos momentos por la segunda guerra mundial.
Nostálgico, Zweig mira hacia atrás y
recuerda su magnífico pasado con frases como estas:
• Disfrutábamos de la vida, comíamos bien, nos deleitábamos con el
teatro y las fiestas.
• Se trataba de vivir y dejar vivir.
• Las catástrofes y guerras no atravesaban las paredes de “una vida
asegurada”.
• Pasábamos por encima de las noticias de guerras con la misma
indiferencia que por las de deportes.
• ¿Qué importaba lo que sucediese fuera de Austria?
De poco comentario adicional
precisan estas declaraciones. Bien claras quedan las cosas que más valora en su
vida.
Hubo ocasiones en las que Zweig
defendía y proclamaba el pacifismo, pero a renglón seguido añadía: “nunca en mi vida he tenido la intención de
convertir a los demás a mis convicciones”.
Pues menudo pacifista: un pacifista
de verdad debería luchar para defender la paz, y no hacer declaraciones tan
frágiles.
Zweig, en mi opinión, no hace lo que
debería hacer un intelectual comprometido que persigue mejorar las cosas: en
primer lugar, definirse y, a renglón seguido, trabajar desde esa posición por
el bien común.
Pero no eligió nada, salvo huir y
seguir viviendo. No ayudó ni a su madre (literalmente).
En su vida, lo realmente importante,
no es lo que dice y escribe, sino lo que no hace pero que pudo haber hecho.
Omisión culpable.
La pasión por la cultura, el brillo
creador, el amor por la literatura o la sensibilidad artística, no constituyen
una suerte de eximente que permite a su poseedor lavarse las manos en caso de
gravísimos conflictos. Más bien, sería una obligación para quien ha sido bendecido
por las musas con unas capacidades de comunicación muy superiores a la media:
un mago de las palabras como era Zweig, podría haber hecho muchísimo bien por
los suyos —los judíos— y también por el resto de la humanidad. Pero no. No hizo
nada. Salvo vivir la vida, claro…
Mishima fue mucho más sincero y
noble. Asumió la culpa desde el intento activo —aunque fuese tardío— de cambiar
las cosas. Aunque fuese a modo de pretexto para justificar su fin, Mishima
realmente lo intentó.
Mishima hubiese querido ser Tadamichi
Kuribayashi, ese general japonés que murió heroicamente defendiendo hasta su
último hombre la isla de Iwo Jima. Un general que muere voluntariamente
creyendo que su sacrificio serviría para algo. Pero Mishima, simplemente era
Mishima, y no Kuribayashi.
Pero Zweig, no quiere ser nadie más
que él mismo. No quiere hacer otra cosa que no sea vivir la vida haciendo lo
que le gusta. No contempla ni asumir riesgos, ni sacrificios por los demás. Ni
siquiera por su familia.
Y en cuanto a arrastrar a la muerte
a Charlotte, su mujer de solo treinta y tres años, me parece, sencillamente,
repugnante.
Y que nadie se equivoque, ni
siquiera menciona a Charlotte en su carta de despedida. Habla de sí mismo, como
siempre…
Me viene a la memoria Amok, una novela que Zweig escribió en
1922 —veinte años antes de su muerte— en la que el protagonista, atormentado
por los remordimientos, se suicida junto al cadáver de una mujer —cuya muerte
ha provocado él indirectamente por una miserable acción— con el fin de ocultar
las verdaderas causas de la muerte de la mujer. El personaje central, es un
médico que, previamente, redacta un informe falso explicando las causas de la
muerte de la señora. Todo ello envuelto en brillantes descripciones
psicológicas (Zweig proyectaba en sus obras elementos psicoanalíticos, pues era
ferviente seguidor de las tesis de Sigmund Freud, cuya amistad cultivó).
¿Podría Zweig, veinte años después,
haberse identificado con su personaje e imitarle presa del remordimiento?
Puestos a buscar paralelismos, incluso
la carta de adiós que nos deja Zweig —y que más abajo transcribo— es igual de
falsa que el informe médico que el protagonista de Amok firma para ocultar la verdad. Solo es mi opinión, claro.
Zweig deja en su literatura la
verdad de su vida. Es cierto que lo hace de un modo no siempre deliberado, pues
hay mucho de inconsciente, de involuntario. Pero si se lee con atención su
obra, especialmente la de sus últimos años, puede apreciarse que, en muchos
momentos, lo más importante es lo que dice de modo secundario, incluso lo que
silencia. No lo que dice explícitamente. Lo muy explícito, en ocasiones puede
camuflar la verdad.
Y concluyo reconociendo que la
literatura de Zweig me parece poco menos que mágica. Es una prosa de una
brillantez altísima. Con estilos y temáticas muy distintos, su calidad es
similar a la de Mishima.
Pero como persona (no como creador,
pues es sublime) a Zweig lo suspendo. Para mí no pasa el corte de mínimos. Pero
Mishima sí lo hace. Y lo hace holgadamente.
En realidad, Mishima solo fue un
hombre al que sus remordimientos devoraron. Y lo devoraron por su enorme
sensibilidad y talento. Pero, sobre todo, porque era bueno. Con sus luces y
sombras —como todos— fue alguien inclinado esencialmente hacia el bien.
Cierto que sus ideas no las
compartiremos casi nadie (estamos en la Europa del siglo XXI) pero él fue un hombre de su
tiempo y de su cultura. Ese fue su contexto, y en él debe ser valorado. Y
recalco que Mishima solo huyó una vez, pero luchó el resto de su vida.
Zweig no luchó nunca por nada ni por
nadie. Quizás el mundo hubiese sido un poco mejor si hubiese intentado
modificar el curso de los acontecimientos con aquello que el destino puso a su
alcance y, sobre todo, con su voluntad.
Pero ni siquiera lo intentó.
Al final, procuró llevarse su
secreto a la tumba. Los motivos del suicidio que exhibe en su breve carta de
despedida —22 de febrero de 1942— son simples banalidades, sin concreción
alguna.
Seguidamente la reproduzco:
Antes de abandonar la
vida por mi propia voluntad quiero decir mi última palabra, la cual es para
agradecer a este maravilloso país, Brasil, la hospitalidad con que me recibió.
Cada día pasado en este país me ha servido a mí para amarlo más y en ningún
otro podría haber cifrado yo mayores esperanzas de poder reconstruir mi vida.
Después de haber visto
caer la tierra donde se habla mi lengua y a mi patria espiritual, Europa,
destruyéndose, y habiendo llegado ya yo a la edad de 60 años, sería necesaria
una gran fortaleza para reconstruir mi vida, pero mis energías están agotadas
por largos años de peregrinación de quien no tiene patria.
Por ello creo que ha
llegado el momento de poner fin a una vida que estuvo dedicada únicamente a la
tarea espiritual de considerar la libertad humana y la mía propia como la más
grande riqueza de la Tierra.
Al partir, dejo un
emocionado adiós para todos mis amigos.
Stefan Zweig
Petrópolis 22-II-1942
No acepto en modo alguno el pretexto
que esgrime Zweig en su carta de despedida para justificar el suicidio: Afirma
que está “agotado de peregrinar” porque, “no tiene patria”.
Dos observaciones: en primer lugar,
Zweig no “peregrina”: huye abandonando incluso a su propia madre. Y cuando
afirma que no tiene patria, miente: por supuesto que la tiene. Todos tenemos
patria. Pero a diferencia de otros, no la defendió: ni con las armas ni con el
intelecto. Prefirió la fuga. Su carta es falsa de principio a fin. Y lo peor de
todo es que arrastra a la muerte a una mujer que, deslumbrada y fascinada por
su ídolo —a quien admiraba de modo enfermizo—, solo puede obedecer y seguirle
en su huida final. Charlotte ni siquiera merece una sola sílaba en la carta de
despedida de su esposo. Es un simple personaje secundario en la vida del gran
hombre. ¡Que final tan triste el de esta mujer! Al menos, como decía Zweig, él
ya tenía sesenta años. El que su mujer tuviese la mitad, poco le importaba. La
única edad que importaba, era la suya. En su último escrito, solo habló de él.
El verdadero motivo del suicidio —al
igual que ocurre con Mishima— son los remordimientos. En este caso muy tardíos
y sin elementos correctivos. Pero Zweig, demasiado orgulloso para ello, no lo
reconoce. Admitirlo, hubiese restado sentido a su vida.
Zweig, con el paso de los años y la
lúcida consciencia del alcance de su actitud, ya había perdido el miedo a la
persecución. Ahora temía las omisiones culpables de toda una vida. De su vida. Ya no huía del nazismo. Huía de
sí mismo. Es lo único de lo que no se puede escapar: del propio yo, de lo que
realmente somos.
Y al final, comprobó en su propia
alma una verdad que se repite desde tiempo inmemorial a lo largo de la Historia : los cobardes mueren mil veces, y los
valientes solo una.
Y él, de lo que realmente estaba
cansado, era de haber muerto mil veces.
Currículo
de Jesús Ballano Riera en esta edición de Realidades y Ficciones – Revista
Literaria, Nº 42:
DOS DAMAS MEDIEVALES
DE ARMAS TOMAR:
ERMESSENDA DE CARCASSONA Y ALMODIS DE LA MARCA
María Teresa Bravo Bañón ©
SEGUNDA PARTE
ALMODIS DE LA MARCA (1020-1071)
Almodis de la Marca |
Al mismo tiempo repudió a su esposa
Blanca de Ampurias que estaba en Barcelona. Las leyes de la iglesia solo
permitían que se celebrara un matrimonio si los contrayentes no tenían
parientes consanguíneos comunes en las últimas siete generaciones. La nobleza
europea estaba muy entremezclada, por lo que casi todos sus matrimonios eran
ilegítimos; de esta forma, era muy sencillo conseguir la nulidad matrimonial,
aduciendo consanguinidad. Solo era cuestión de disponer de dinero.
Almodis había tenido un matrimonio
anterior, que también anulado fruto de ese matrimonio tenía un hijo y un
segundo con el conde Ponce III de Tolosa. de la que tenía cuatro hijos más.
Ramón Berenguer I recurrió a la
comunidad judía de Barcelona para que, con la ayuda de sus correligionarios de
Narbona y capitaneados por Alí Ben Moixet, señor de la taifa Tortosa,
prepararan el rapto de Almodis, requiriendo, además, la flota de su aliado por
aquel entonces, el príncipe Ah ibn Mudhajid, señor de Denia, Tortosa y las
islas Baleares. Este tipo de alianzas —entre cristianos, musulmanes y judíos—
eran muy comunes para intereses comunes. Un primer intento, cuenta de nuevo el
historiador Al-Bakri, se frustró “en la realización de la estratagema convenida
para la huida de la mujer”, debido a que el marido, el conde Ponce III de
Tolosa, recibió un chivatazo y la encerró. Pero Almodis fue ayudada a escapar
por varios de sus familiares y así huyo a Barcelona para reunirse con su amado.
Este hecho levantó un gran revuelo en Barcelona, pero más
aún cuando se enteró su abuela Ermessenda que aún vivía en sus dominios de
Girona. Lo explica muy gráficamente Ángeles Irisarri en este fragmento de su
novela Ermessenda, condesa de Barcelona:
Almodis de la Marca |
Ermessenda, con casi 80 años impulsó
a la condesa Blanca de Ampurias a emprender el viaje a Roma para apelar al Papa
Víctor II y exigir sus derechos a fin de revocar el repudio. El Papa excomulgó
a la pareja condal de Ramón Berenguer I y de Almodis, hecho gravísimo, pues
conllevaba que los vasallos fueran eximidos de todos sus juramentos de
fidelidad, de sus obligaciones feudales y económicas de impuestos. Era lo peor
que le podía pasar a un señor feudal en la Edad Media.
Pero para atraer el favor del Papa y
levantarles la excomunión, les dieron numerosos regalos y hasta prometieron que
pondrían el condado de Barcelona bajo el poder de la Santa Sede. Ante todas
estas prebendas tan tentadoras, el Papa anuló los matrimonios anteriores de
ambos, levantó las excomuniones y bendijo a la pareja.
También consiguieron doblegar a la
rebelde abuela Ermessenda, con la suma de mil onzas de oro, una cuantiosa
cantidad. Cantidad que invirtió en acabar la catedral de Girona, de la que era
bienhechora, proyectando, a continuación, realizar una peregrinación a las
iglesias de los Apóstoles Santiago de Galicia y a la de San Pedro y San Pablo
de Roma, por lo cual dejaba escrito en su testamento, antes de emprender su
peregrinación, importantes donaciones a la ciudad eterna. La dama de hierro no
llegó a realizar ninguna de esas peregrinaciones por su avanzada edad; pero nos
da idea de su fortaleza y determinación. Le sobrevino la muerte, con esos
preparativos, en Sant Quirce de Besora, a los de 85 años, una edad impensable
para el siglo XI.
Por fin Almodis y Ramón Berenguer I
se casaron en Barcelona, en el año 1056. Como regalo de bodas, Almodis recibió
de su tercer marido importantes extensiones de tierras que la convirtieron en
una poderosa señora feudal, entre ellas los dominios que habían sido de la
abuela Ermessenda.
Almodis no solo gestionó sus
territorios con audacia e inteligencia sino que ayudó a Ramón Berenguer I en la
política del condado de Barcelona. Destacó su colaboración en la organización
del sistema jurídico catalán, participando en la redacción del nuevo código
legal conocido como los Usatges de Barcelona.
Por su unión matrimonial heredaron
derechos sobre el Languedoc y compraron los derechos sobre los condados de
Carcassone y Rasés. Afianzaron sus dominios sobre los condados de Barcelona,
Gerona y Osona, dominando a la nobleza feudal catalana, que históricamente
provocaban frecuentes conflictos.
Hicieron frente a las taifas
fronterizas musulmanas y en muchas ocasiones recibieron parias, o impuestos, de
esos reinos taifas cuando mostraban debilidad. Sobre todo de las taifas
musulmanas de Tortosa, Lleida y Zaragoza que les pagaban importantes parias o
impuestos, a cambio de la paz.
Tanto Ramón Berenguer I y Almodis
preferían cobrar los tributos en vez de conquistar los territorios, porque así
podían disponer de mucho poder al contar con grandes cantidades de oro y
monedas para así comprar otras tierras de nobles u otras voluntades. La fama de
Almodis se difundió gracias a los historiadores musulmanes ya que el hasta
Mugahid, importante rey de la taifa de Dénia y Baleares, llamaba a Almodis
“reina preclara y gloriosa”.
En cuanto la pareja afianzó la
institución condal, ambos establecieron alianzas y pactos con el reino de
Aragón, que entonces había empezado su imparable expansión hacia el sur.
Almodis actuaba siempre con preponderancia y equidad, así hacía que todos los
documentos siempre fueran por duplicado, con un ejemplar para el conde y otro
para ella, igual que Ermessenda y su marido habían firmado, en tiempos
anteriores.
Pero de pronto, como en los cuentos
infantiles de las madrastras malvadas, Almodís intentó que el heredero, el
primogénito Pedro Ramón (que tuvo el conde Ramón Berenguer I de su primer
matrimonio con Isabel de Nimes), fuera desheredado. Quería consolidar a los
gemelos que había tenido con él. También conspiraba con la compra de muchos
territorios para sus propios hijos, los cinco habidos en matrimonios
anteriores. Esos hechos fomentaron el odio de su hijastro hasta el hecho que la
asesinó con sus propias manos. De este modo tan trágico, a los 51 años,
terminaba la vida de una mujer, una vida fuera de lo común para el siglo que le
tocó vivir.
Por este asesinato, su padre lo
desposeyó de todos sus derechos sucesorios y el Papa Gregorio VII lo condenó al
exilio y como penitencia, para redimirse por el asesinato de su madrastra, a
luchar contra los musulmanes. Murió peleando en Al Andalus.
Ramón Berenguer I murió también en
1075 y dejó en su testamento el gobierno conjunto de los dos hijos gemelos de
Almodis, Ramón Berenguer II llamado cap d’Estopes (Cabeza de Estopa) por su
cabello pelirrojo y a Berenguer Ramón II, que debían dirigir Barcelona, Girona
y Osona con absoluto condominio y en plena igualdad, de tal forma que según se
había establecido, si alguien juraba fidelidad a uno de los dos condes de
Barcelona, había de jurarlo también al otro.
Años más tarde Ramón Berenguer II de
Barcelona fue asesinado cruzando un bosque y la leyenda atribuyó ese asesinato
a sicarios enviados por su hermano gemelo, Berenguer Ramón II, que desde
entonces fue conocido con el sobrenombre de El Fratricida.
En la Catedral de Barcelona,
junto a la sacristía están los sepulcros de Ramón Berenguer I y de Almodis de la Marca.
La televisión autonómica TV3 produjo una serie de dos
capítulos sobre la vida de Ermessenda, enlaces que adjunto así como la novela
de descarga gratuita de Ángeles de Irisarri, Ermessenda, condesa de Barcelona.
Bibliografía
consultada
•
Bueno Domínguez, María Luisa. Miradas
medievales, más allá del hombre y de la mujer, Madrid, Editorial Dilex,
2006.
•
Claramunt Rodríguez, Salvador. Diccionari
d'Història de Catalunya. Barcelona, Real Academia de la Historia , 1998; ISBN
84-297-3521-6; p. 31.
•
Fayanas Escuer, Edmundo. Diario digital Nueva Tribuna. www.nuevatribuna.es
•
Fuente, María Jesús. Reinas medievales en
los reinos hispánicos. Madrid, La
Esfera de los Libros, 2003.
•
Rotger, Agnès (amb l'assessorament de l'historiador Xavier Gil), Així manava Ermessenda de Carcassona,
Revista Sapiens, 15 de març de 2011.
•
Sobrequés, Santiago, Els grans comtes de
Barcelona. Barcelona, Ed. Vicens-Vives, 4ª Ed., 1985, pág. 22.
Currículo
de María Teresa Bravo Bañón en Nº 41 de Realidades y Ficciones – Revista
literaria:
Email:
euridice77@gmail.com
Nuevos
colaboradores
PAULINA
VINDERMAN
(Buenos Aires, Argentina, 9/5/1944) es una poeta y
traductora argentina. Participó en festivales internacionales de poesía como el
de Granada (2013) y el de Medellín. Ha sido incluida en numerosas antologías y
muchos de sus poemas han sido traducidos al inglés, italiano y alemán. Tradujo
al castellano a John Oliver Simon (Berkeley, USA), a Emily Dickinson, Michael
Ondaatje, Sylvia Plath (Tulipanes, Universidad de Nuevo León, México) y a James
Merrill. Ha sido galardonada con numerosos premios en su país y en el
extranjero.
Su obra literaria comprende los siguientes libros
(corresponden todas a primeras ediciones):
• Los espejos y los
puentes. Ediciones Buenos Aires Sur. 1978.
• La otra ciudad.
Botella al Mar.1980.
• La mirada de los
héroes. Ediciones Botella al Mar. 1982.
• La balada de
Cordelia. Fundación Argentina para la Poesía. 1984.
• Rojo junio.
Literatura Americana Reunida – Ediciones LAR. 1988.
• Escalera de incendio.
Ediciones Último Reino. 1994.
• Bulgaria. Libros
de Alejandría. 1998.
• Cónsul honoraria.
Antología personal. Vinciguerra. 2003.
• El muelle.
Alción Editora. 2003.
• Transparencias. Antología poética. Bogotá, Arquitrave
Ediciones. 2005.
• Hospital de
veteranos. Alción Editora. 2006.
• El vino del
atardecer. El Suri Porfiado Ediciones. 2008.
• Bote negro.
Alción Editora. 2010.
• Los gansos salvajes.
Antología. México, Universidad
Autónoma de Nuevo León. 2010.
• Bote negro.
España - México. Vaso Roto Ediciones. 2010.
• Rojo junio y otros
poemas. Antología poética.
Ediciones Ruinas Circulares. 2011.
• La epigrafista.
Hilos Editora. 2012.
• Barque noire / Bote
negro. Edición bilingüe. Traducción de Jacques Ancet. Lettres Vives. 2013.
• Bote negro. A
cura di Alessandro Prusso. Editorial de lo Imposible. 2013.
• Ciruelo. Alción
Editora. 2014.
• L’epigrafista. A
cura di Alessio Brandolini. Edizioni Fili d'Aquilone. 2015
• El buzón.
Mediaisla Editores. 2015.
• Cuaderno de dibujo.
Alción Editora. 2017.
JESÚS
BALLANO RIERA
Su trayectoria profesional transcurre —forzadamente, pues de
algo hay que vivir— en el ámbito de la logística especializada. Alcanza la
posición de director general y entra a formar parte del consejo de
administración de varias empresas del sector. Profesor de ajedrez.
Tiene publicados numerosos de artículos en redes sociales,
esencialmente en Linkedin, de muy diversas temáticas: biografía, historia,
cine, literatura o simples vivencias. Su último trabajo: “Millán-Astray y
Unamuno: el falso episodio de Salamanca”. Coautor de un recopilatorio de
reflexiones: “El silencio de los otros”. Málaga 2019.
Fue guionista y director del programa de radio “El Ermitaño
del Cosmos” de temática cultural.
REALIDADES Y FICCIONES
—Revista Literaria—
Nº 42
– Junio de 2020 – Año XI
ISSN
2250-4281
Exp.
RE-2019-93086258-APN-DNDA#MJ del 15/10/2019, Dirección Nacional del Derecho de
Autor / República Argentina.
Av. Del Libertador 6039 (C1428ARD)
Ciudad de Buenos Aires, Argentina
Currículo en revista Realidades y Ficciones Nº 40:
https://revista-realidades-y-ficciones.blogspot.com/2019/12/realidades-y-ficciones-revista.html
Colaboradores
Noelia Natalia Barchuk Löwer
Resistencia (Chaco), Argentina
Currículo en Suplemento de Realidades y Ficciones Nº 78:
Ilustración de carátula y emblema:
Mónica Villarreal
Scottsdale (Arizona), Estados Unidos
Monterrey (Nuevo León), México
@mon_villarreal
Currículo en revista Realidades y Ficciones Nº 17:
•
Paulina Vinderman, Ciudad de Buenos Aires, Argentina
•
Héctor Zabala, Ciudad de Buenos Aires, Argentina
•
Anna Rossell, Barcelona (Cataluña), España
•
Luis Benítez, Ciudad de Buenos Aires, Argentina
•
Jesús Ballano Riera, Madrid, España
•
María Teresa Bravo Bañón, Vila-seca (Tarragona, Cataluña), España
•
Noelia Natalia Barchuk, Resistencia (Chaco), Argentina
•
Mónica Villarreal, Scottsdale (Arizona),
Estados Unidos – Monterrey (Nuevo León), México
El
listado completo de colaboradores se encuentra a la derecha del blog bajo el
acápite COLABORADORES de Revista REALIDADES Y FICCIONES.
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@RyF_Supl_Letras
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